¿Te atreves?

¿Te gusta escribir? ¿Leer? ¿Quieres compartir tus palabras con gente como tú? Entonces... ¿A qué esperas? Entra y descubre un rincón donde poder expresarte.

7 dic 2009

Escalada

Allí comenzó mi aventura. Estaba sola ante el peligro, con todo el equipo listo y una gran ilusión por delante. La alta montaña se alzaba ante mí; casi me parecía escuchar su provocación. Vamos, ¿por qué no empiezas a subir? Será divertido... Si no te caes por el camino.

Llena de un extraño valor que nunca antes había sentido, tomé carrerilla y salté contra la pared, empezando a subir. Con gran velocidad ascendía un metro tras otro, empezando a pensar que aquello era demasiado fácil. Lo era. Pero el camino comenzó a volverse escarpado, y empecé a pensar.

La gran motivación que me movía empezaba a apagarse poco a poco, lo sentía en mi interior. Aquella no era una escalada normal y corriente; era especial. Tenía que serlo. Pero, ¿cuantos se habrían aventurado ya a subir por las escarpadas rocas? No era yo la primera ni, seguramente, la última que lo intentaba. ¿Qué mérito podía tener llegar hacer algo que otros antes hubieran conseguido?

Oh, vamos. ¿Qué más da cuantos hayan antes? Lo que importa es el ahora, es el presente. Es que tú lo estás haciendo también. Es que tú quieres llegar a la cima. Con fuerzas renovadas proseguí con mi camino, evitando los obstáculos, siguiendo con un ritmo bastante bueno. Y ahí estaba, ante mis ojos. Solo unos pasos más. Casi creía que lo tenía. Creí conseguirlo durante unos momentos. Pero al llegar a esa cima, al pararme a respirar, vi que el camino seguía y seguía delante de mis ojos, perdiéndose entre las nubes. Aquello hizo que mis fuerzas flaquearan.

Miré atrás. Todo el camino recorrido. Quizás no era ni si quiera la mitad, pero al menos, era un buen trozo. No, no quería tirar la toalla tan pronto. Pronto se haría de noche, por lo que me propuse descansar. Y las pesadillas empezaron a sucederse en mi mente. Pesadillas en las que caía, resbalaba, las rocas me aplastaban o simplemente no tenía fuerzas para seguir. Pero algo me despertó.

Un hombre extraño me esperaba subido sobre un globo, negando con la cabeza. El camino era demasiado peligroso como para subir. Monté con él, alzándonos en el aire, mientras me asomaba para observar la imponente montaña. Allí en medio, algo más arriba de lo que yo había llegado, se encontraba el paraje más hermoso que he visto jamás. Cascadas, ríos, un bosque frondoso lleno de la fantasía de todos aquellos que alguna vez soñaron con volar. Y en medio de toda esa maravilla, una pequeña población que disfrutaba completamente de todos los placeres de la naturaleza.

Mi extraño compañero negó con la cabeza varias veces, dejándome claro que yo jamás podría compartir esa belleza. Mi destino no era aquél, tan solo escalar, escalar, escalar. Mi meta era llegar a la cima. Después ya podría disfrutar de las vistas. Y ahí concluyó mi viaje en globo, dejandome mi compañero en un paraje deshabitado, oscuro y frío. Sola. Casi podía sentir el eco de mi respiración.

Pero intenté no desanimarme. Es posible que aquellas gentes disfrutaran de toda la belleza concentrada a mitad de camino, pero jamás podrían ver qué había más arriba, en la cima, lo cual yo me disponía a conocer. El oxígeno era escaso ya por aquellas alturas. Había sobrepasado el nivel de las nubes, y un frío helador se hincaba en mi piel. Una pequeña gruta me invitó a descansar. Y así lo hice.

Esta mañana he despertado, viendo entrar con furia los copos de nieve en la gruta donde paré a descansar. Pequeños, débiles, se estampan contra la roca, dejando pequeñas marcas de humedad que en seguida se disipan. Me levanto entumecida, con ganas de abandonar, de bajar de la montaña para meterme en mi cama acompañada de una buena taza de chocolate.

Pero ahora que estoy tan cerca, ahora que casi veo la cima, ¿voy a dejarlo estar? No, quiero seguir, a pesar de que todo esté en mi contra. A pesar de la nieve, la falta de oxígeno, la fatiga, el sueño, el frío. Tan solo queda un último empujón. La nieve cae con furia encima mío, cegándome, haciéndome resbalar. La pared húmeda no ayuda. De vez en cuando, un pequeño montón de nieve acumulada me cae encima, haciendome perder el equilibrio y caer.

Casi tengo la sensación de que llevo horas parada en el mismo sitio, sin avanzar, sin retoceder. Quiero abandonar. No, no puedo abandonar. Pero estoy tan cansada... Aunque ya casi lo tengo, ¿no? Tan solo unos pocos metros más... Aunque me sangren las manos y esté a punto de perder el sentido. Subo, un poco más, parándo en un saliente.

Caigo al suelo rendida, incapaz de moverme, incapaz de respirar bien, incapaz de ver. Escucho una voz, un silbido. Hay alguien cerca. Lo noto, lo escucho. Estiro una mano, intentando pedir ayuda o, al menos, evitar que la pendiente y la nieve me hagan caer. ¿Me salvarás? ¿Vas a venir a agarrarme y evitar que caiga o me vas a dejar resbalar y caer, caer hasta el suelo?

3 comentarios:

  1. Es... interesante. Realmente interesante, aunque no logro realmente discernir el mensaje de este relato (si lo tiene, que me figuro que sí) ni a qué se refiere exactamente. Pero, como siempre, esa forma de escribir tuya que boquiabierto me deja sigue presente... fascinante.
    Ya hablaremos más sobre ello. Un saludo.

    ResponderEliminar
  2. La verdad es que es precioso *O*
    ¿Esto tiene que ver con lo que me has comentado hace nada?
    Me ha dado la sensación de que sí. xD
    Bueno, me añado a seguidores y a ver si me voy leyendo las otras entradas. =)
    Tengo ganas de leer la historia compartida esa, juju. Que por cierto, no me has dicho ni de qué trata u_u

    ResponderEliminar
  3. ¿sabes escribir algo sin tanta letra? XDDDDDDD
    es coña (A)
    mola, es algo raro de cojones, pero mola e_e
    pa' que veas, ayer no me lo leí por palo, y hoy con el palo encima de leer, me lo he leido como una campeona.

    Niña, escribe el capitulo 3 ¬¬ XD

    ResponderEliminar