¿Te atreves?

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6 dic 2009

2. Encerrada



-¿Deptre? – Pregunto algo insegura. Que nombre más raro. La chica sonríe, y deja entrever sus blancos dientes.
-Sí, yo también pensé que es un nombre raro.
-¿Clínica?
-Veo que sigues algo aturdida. Será mejor que te deje dormir. – Se tumba en la cama, en la que se encontraba sentada, y puedo divisar una gran curva, donde vendría a estar su barriga. Estaba… embarazada. Aquella muchacha no pasaría de los 20, si llegaba.
No me vuelve a dirigir la más palabra; se queda plácidamente dormida. Yo en cambio, no puedo pegar ojo. No sé en qué día estoy, ni mucho menos qué hora es. Ni si quiera sé a ciencia cierta dónde me encuentro. Mi compañera me había dicho que estaba en “una clínica, para jóvenes que hemos perdido el rumbo de nuestras vidas”. Yo no he perdido el rumbo de mi vida. Estoy perfectamente. ¡Quiero salir de aquí! ¿Qué me quieren hacer?
Me incorporo, quedando sentada, y noto que la habitación empieza a dar vueltas a mí alrededor. Intento poner los pies en el suelo y levantarme de esa horrible cama. Pero las fuerzas me fallan y caigo, haciendo que la chica se asuste y se levante rápidamente de la cama, decidiéndose a recogerme del suelo.
No sé que me ha pasado, no tengo fuerza alguna, y menos para levantarme del suelo. Ni si quiera he sentido el golpe al caer. La chica intenta cogerme como puede, aunque con aquella cosa en su barriga, no consigue moverse muy bien que digamos. Al sentir sus frías manos sobre mi piel, un escalofrío recorre mi cuerpo. Está helada. Me levanto con su ayuda, apoyándome en la cama, y quedando de pie.
-¿Estás bien? –Murmura preocupada.
-Si… - consigo decir; no me sale ni la voz.
Ella se vuelve a la cama, y cierra los ojos nuevamente. Dispuesta a averiguar dónde me encuentro, intento dar un paso, aguantando el equilibrio, agarrándome a la cama. Al ver que consigo aguantarme en pie, camino un par de pasos, avanzando poco a poco hacia la puerta. Algo tira de mí. Ese cuenta gotas extraño que tengo conectado a mi cuerpo. Tiro de él, pero no se mueve. Vuelvo a tirar, consiguiendo que se desenganche de mi cuerpo. ¿Para qué era eso exactamente? El agua la necesito en la boca, no en la sangre. Las gotas transparentes siguen cayendo, pero está vez su fin era el suelo. Avanzo hasta la puerta; es toda blanca. Nada más. Al lado hay otra puerta, tal vez el baño, como en todos los hospitales. Poso mi mano sobre el pomo de la puerta, haciendo fuerza hacia abajo para abrirla. Nada.
Vuelvo a intentar abrirla, pero es inútil. Al parecer, está cerrada con llave. Me han encerrado. La respiración se me empieza a acelerar. Los nervios afloran en mi piel rápidamente. Odio que me encierren como a una delincuente. Intento abrir la puerta cada vez con más furia, hasta que le empiezo a dar patadas y puñetazos a la puerta, con la escasa fuerza que tengo.
-¡Sacadme de aquí! – un grito sale de mi boca. Me duele a horrores la garganta. La tengo tan seca… La chica de la cama contigua se levanta una vez más, para intentar calmarme.
Viene por detrás, cogiéndome por los brazos, intentando retirarme de la puerta. Pruebo deshacerme de ella, pero no tengo las fuerzas suficientes como para hacer que me suelte. Con las manos heladas, me vuelve a arrastrar hasta la cama, ayudándome a tumbarme, incluso me tapa con las sabanas. La chica no desespera ante mi reacción. Aunque me parece ver unas lagrimas salir de sus ojos. Se le ven tan delgados los brazos a pesar de que su barriga, es enorme. Estará de muchos meses ya.
De pronto, dos enfermeras entran agitadas a la habitación, con preocupación. Han escuchado mis golpes y gritos.
-¿Qué ha pasado aquí?
-Nada. – Contesta mi compañera– Está algo aturdida, y es nueva. No sabe las normas, ni nada. No sabe nada.
La enfermera suspiró.
-Le daremos un calmante para que pueda dormir. - ¿Qué? ¿Calmantes? ¿Pastillas? Más pastillas no. Seguro que por culpa de las putas pastillas estoy aquí. Pero ¿Qué me ha pasado?
Yo estaba bailando en la discoteca. Estaba bien. Divirtiéndome. Bailando, y de pronto… ¡pam! Aquí estoy.
Intento recordar cosas, pero no puedo, estoy muy cansada, y me duele la cabeza. La habitación me da vueltas. Las enfermeras me vuelven poner ese raro cuentagotas en el brazo, y me dan una pastilla. Me la tomo con facilidad – No es la primera que me tomo-.
Se quedan ahí observándome, como si de repente fuera a intentar abrir la puerta y salir de nuevo. Como si fuera un payaso en un circo, que todos esperan que haga algo, o simplemente se caiga, para reírse.
Me ponen nerviosa. Mucho más. Hace calor. Mucho calor. Empiezo a sudar, y no sé porque, el cuerpo me pesa, como si de repente hubiera engordado cincuenta kilos de golpe. Todo se está volviendo oscuro de nuevo. Los parpados me pesan, y la boca continúa seca, pastosa diría yo. Los parpados se me cierran solos. Lo último que veo, son a las dos enfermeras sonreír al ver que me empiezo a dormir.

1 comentario:

  1. ¿Seguro que nunca has estado en un lugar así?
    Lo describes tremendamente bien, es sospechoso... XD
    Nah, fuera bromas, está muy bien. Ya me ha picado la curiosidad sobre cuál será la causa de que se encuentre ahí y de por qué no recuerda nada, aparentemente.
    Se te lee~

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