¿Te atreves?

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2 dic 2009

1. Paranoia



Bum, bum, bum. El ritmo de la música suena en mis oídos como si no pudiera escuchar otra cosa. Me muevo siguiendo ese repetitivo ritmo una y otra vez, contoneando mi cuerpo a un lado y otro, chocando con personas a las que no reconozco. Ni si quiera las miro. Mantengo los ojos cerrados mientras me dejo llevar por la agradable sensación de vida que me sacude. Si mis pies pararan de moverse, si la música parara, si el humo que corroe mis pulmones cada vez que respiro se esfumara, estoy segura que caería muerta.

Por alguna razón que no llego a conocer, quizás el aroma de alguna dulce bebida derramada lo suficientemente cerca de mí, quizás sentir mi nombre pronunciado por alguien lejano, abro los ojos. Millones de luces me enfocan a mí, solo a mí. Estoy sola en la oscuridad, aunque continúe notando los roces contra las otras personas, no las consigo ver. Solo hay luz, humo, música, y yo.
-Parece fuera de sí.
-Ja, ja, ja, ¡que no se te acerque! Eso parece contagioso.

Voces extrañas suenan cerca, mezclándose con el sonido de la canción. Parpadeo un par de veces, viendo a mí alrededor cientos no, millones de ojos observándome. Ojos de todos los colores, de todos los tamaños y de todas las formas. Pero ojos que me miran a mí, solamente a mí. Me miran como si fuera un objeto de feria, un animalillo gracioso que ha aprendido a hacer algún truco.

Acompañando a aquellos ojos, consigo descifrar también bocas. Mezclados de manera incierta, esos extraños y vaporosos rostros me miran, me hablan, me gritan en el oído o me susurran que pare, que ya he tenido bastante. Pero no puedo parar, no puedo. Si me detuviera una sola fracción de segundo, todo terminaría. Solo tengo que seguir bailando, aunque la música no suene y tenga que hacerlo al ritmo de las risas de todas esas bocas que me rodean.

Calla. Detente. No puedo respirar. Un golpe seco y dejo de moverme, tirada en el suelo como un tronco seco. Ahora lo que se mueve es el suelo debajo de mi cuerpo. Lo palpo, caliente, duro. Se torna frío, suave, oscuro. Hasta que comienzo a vislumbrar una luz creciente, agrisada. Arrugas extrañas se forman en ese suelo ahora blando, acogedor, cálido como un abrazo.

Parpadeo, buscándole una lógica a todo esto. ¿Desde cuando las cosas tienen por qué tener lógica? Plic, plic, plic. Un goteo cercano me hace buscar la fuente de aquél sonido. La habitación está en penumbra, aunque una suave luz emana de algún punto de la pared y se refleja sobre el bote de cristal. De este emana un suave cordón de plástico por el que resbala, gota a gota, un líquido transparente.

Empiezo a notar la boca seca y cierta tensión al reconocer poco a poco el lugar donde estoy. Sabanas blancas, bata blanca, luz tenue, suero, cables. ¿Cómo he llegado al hospital?

Intento levantarme, pero algo parece apretar mi cuerpo contra el fino colchón, que empieza a parecerme más incómodo de lo que era anteriormente. Me remuevo, inquieta, sin saber qué hacer. Quiero ayuda, quiero salir de aquí. Escucho el sonido de un interruptor al encenderse a mi izquierda, por lo que vuelvo la cabeza para mirar. Desde la camilla contigua, unos ojos negros me miran fijamente, y consigo localizar el atisbo de una sonrisa perfectamente blanca debajo. Siento el sudor frío recorrer mi espalda, al ver mi pesadilla echa realidad. ¿O todo forma parte de un sueño? ¿O todo este tiempo he estado en la realidad?
-¿Necesitas ayuda? –murmura la voz.

Mis ojos se acostumbran a la poca luz de la sala y veo lo que acompaña a los rasgos del rostro. Una nariz chata, unas mejillas ensanchadas, un par de orejas y todo un cuerpo debajo. La chica se levanta de su cama, acercándoseme. Alarga una de sus manos, oscuras, a mi frente, acariciándome casi diría que con ternura.
-Si quieres llamo a la enfermera.

Asiento con la cabeza no muy convencida. Tengo miedo de que venga y me diga que estoy en alguna especie de manicomio o algo por el estilo, que he sucumbido a mis fantasías y que nunca más podré ver la luz del sol. Pero necesito bebes agua, lo que sea, para calmar el ardor de mi garganta. Trago saliva en un intento de refrescarme mínimamente mientras siento el pitido de aviso a la enfermera.

No tarda en presentarse una anciana embutida en una bata blanca dos tallas más pequeña de lo deseado. El cabello que se llega a entrever bajo el sombrerito marcado con una cruz es de color blanquecino, algo rizado. Se acerca a mi camilla con una exagerada expresión que no llego a definir bien si es alivio o preocupación.
-Al fin has despertado, Irmina. ¿Cómo te encuentras? –pregunta con una voz apenas audible, un susurro junto a mi oído.
-Agua… -murmuro, escuchando por primera vez mi voz.

Es ronca, apagada, como si llevara meses sin hablar. Siento pitidos al pronunciar algunos sonidos, como si me fallaran las cuerdas vocales. Aún así, la anciana ha logrado entenderme, y se marcha con una sonrisa en busca de mi pedido. Cuando vuelve con una jarra llena de agua fría, siento tal aprecio por esa mujer que, si se cambiara de bata, podría hasta darle un abrazo.

Tomo un vaso, y otro, y otro más, sintiendo la frescor del agua quitarme de la cabeza cualquier pesadilla de pacotilla que me haya hecho estremecer con anterioridad. Sonrío a la mujer, agradecida, mientras se marcha para desearnos las buenas noches. Aún así, la chica de piel oscura continúa sentada al borde de su cama, como ha estado haciendo todo el rato desde que llegó la enfermera, y continúa mirándome.
-¿Dónde estamos…? –pregunto con tal de conseguir desviar su concentración hacia una conversación en vez de hacia mi persona.
-¿No lo sabes? Entonces su pongo que realmente eres nueva. Bienvenida a la Clínica Deptre, residencia de todos aquellos jóvenes que, según dicen, hemos perdido el rumbo de nuestras vidas.

Nota: Primer capítulo de una historia aún sin título, que escribo junto con DesideRia... Subiré el próximo capítulo en cuanto lo tenga.

2 comentarios:

  1. weeeeeee!
    pues mola la verdad.

    Si si, cuando lo tengas XDDD
    pff. yo no escribo igual de bien que tu!!!
    pero algo intentaré U_U
    aiiiiiiiiiins
    ya te lo pasaré cuando lo tenga Ò_Ó

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  2. Interesante. Potente.
    Realmente, no parece salido de una joven de tu edad. Tu talento es indudable, qué más puedo decir.
    Personalmente, me atraen mucho todos estos temas relacionados con la psicología y los supuestos trastornos de aquello que aun no hemos logrado siquiera conocer... nuestra propia mente.
    ¡Sigue (o, mejor dicho, seguid) así!

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