¿Te atreves?

¿Te gusta escribir? ¿Leer? ¿Quieres compartir tus palabras con gente como tú? Entonces... ¿A qué esperas? Entra y descubre un rincón donde poder expresarte.

17 may 2010

Palacio de cristal

Como en el cuento de los tres cerditos o las pesadillas de media tarde, todos tenemos un pequeño castillito que edificamos sin parar. Poco a poco, ladrillo a ladrillo, construimos una alta torre con la ambición de llegar a las estrellas.

Yo lo hago. Construyo día a día con bloques de cristal. Una torre transparente, un castillo sin mentiras. Pero tan frágil que una leve brisa podría desmontarlo todo. ¿O no? Por más que los lobos soplen, aún no se ha desplomado. No del todo.

Muchos otros escogieron otras formas de construir. Maderas, rocas, cañas… Pero todas, con el tiempo, terminan cayendo. Puede que mi torre también caiga, puede que nunca llegue a rozar las nubes. Pero aunque sea frágil, tendré el recuerdo de que fue bonita mientras se mantuvo en pie.

¿Y por qué? ¿Por qué cristal pudiendo coger acero? ¿Por qué algo que sabes que se rompe, que se agrieta? El cristal es bonito. Es puro. Es limpio. No construyo para mí. Tal vez, si fuera así, lo amarraría al suelo con correas, reforzaría con millones de pilares y arcos. Pero una princesa de tal belleza merece un lugar que, como mínimo, le llegue a la suela de los zapatos.

No… Hace tiempo que la torre no avanza. Tal vez sea por la altura, pero las brisas de aquí arriba son más crueles, más fuertes. Y el cristal se resquebraja. Lo que antaño fue puro y fino ahora se muestra ahogado por las fuerzas externas.

Y me quedo parada, siempre en el mismo lugar, intentando reparar todas las grietas que el viento ocasionó. Y yo misma, sin querer, golpeo la fina torre al intentar repararla, rompiéndola aún más. ¿Qué será lo que hago mal? Tal vez sea momento de dejar la construcción a un lado y dedicarme a la papiroflexia…

No, eso nunca; jamás pararé. Puede que no sea perfecta. Puede que nunca llegue a las nubes. Puede que ya no sea tan transparente como antes. Pero no importa. Sigue siendo mi torre, nuestra torre de cristal. Algún día, esté donde esté, se que llegaremos a la cima, y ya no habrá nada ni nadie que la pueda destrozar.

Y brillará eternamente, pura, cristalina, sin más miedos. Dejaré de esconderme en un mundo de cristal tintado.

1 comentario:

  1. Será la más alta entre las torres, y por supuesto, la más bella, como tú.

    No hay prisa, no hay viento.
    Ahora solo hace falta soñar.

    Te quiero.

    ResponderEliminar